Situaciones curiosas del covid19
Uno de los adjetivos con el que se podría calificar la colección de reales decretos que el covid-19 ha generado en nuestro país es;
incoherente.
Incoherente la apertura de la hostelería en un 30% de su capacidad pero con el abono del 100% de los impuestos. Incoherente el cobro de las cuotas a autónomos sin actividad, la investigación de los “ERTE” fraudulentos cuando se ha impuesto un silencio positivo en la presentación de las solicitudes.
Señores, si yo presento un ERTE tengo dos opciones; que me lo aprueben o denieguen, pero no es casualidad de que esta medida de control se produjera días después de ver la explosión de ERTE presentados.
Una absoluta improvisación incluso en el vocabulario empleado:
“Vuelta a la nueva normalidad”: Lo de la palabra nueva ya me crea una curiosa inquietud, pero ¿Vuelta? La vuelta se produce a algo antiguo y existente, lo nuevo no requiere vuelta, sino comienzo.
“
Desescalar”: Directamente, no existe, existe en inglés (to escalate), pero se está extendiendo cada vez más.
“
Crisis sanitaria”; Debería hablarse de crisis de salud, crisis vírica o pandémica, pero no “crisis sanitaria”. La red sanitaria la conforman los hospitales, personal sanitario, tratamientos, etc.. y, que por cierto, funciona como la solución a la crisis pandémica.
Pero lo que realmente me hace pensar es el control de las llamadas “
fake news”. Estamos sometidos a un escenario digital donde acceder a la información y facilitarla es muy sencillo. Esto hace proliferar las noticias falsas, bulos, sensacionalismo y la “infoxicación”; manipular una noticia para alterar la verdad.
En la Unión Europea hay iniciativas para detectar y analizar las “fake news”:
Plan de Acción contra la Desinformación (2018) y el
Código de buenas prácticas en materia de desinformación (lo han firmado Google, Facebook, Twitter, Microsoft, y otros actores del mundo publicitario).
¿Y esto quién lo vigila? ¿Quién puede vigilar las noticias que se publican?
La
Red Internacional de Fact-Checking (IFCN) y la entidad
ONG Poynter Institute que aglutina a las entidades verificadoras.
¿Quién puede ser verificador?
En España todos conocemos la agencia Newtral o la web que desmonta bulos “
Maldita.es”. Para ser entidad verificadora, se debe completar una solicitud y autoevaluación sobre el cumplimiento con los principios de la IFCN, que será valorada y aprobada, en su caso, por un asesor externo.
Esto quiere decir, que la verificación de la veracidad de las noticias publicadas se basa en la objetividad de las decisiones tomadas a raíz de las mismas. ¿No os recuerda al diálogo surrealista de los hermanos Marx en “Una noche en la ópera”?
La IFCN ha tomado relevancia, desde que Facebook (y, WhatsApp) han acordado que utilizarán entidades verificadoras inscritas en la IFCN para combatir bulos.
¿Cómo se controla?
Lo normal es que pensemos que existe un procedimiento basado en
machine learning o inteligencia artificial. Pues no,
no existe normativa nacional e internacional que regule los procesos y métodos empleados para verificar la información que se publica.
Los métodos utilizados son seleccionados a nivel interno de estas entidades, y el resultado se respalda en una declaración de cumplimiento de principios de transparencia y confirmación del contenido con diversas fuentes.
¿Entonces, para qué tanta historia?
Hay quien piensa que es censura disfrazada para perseguir a quien no comparte la ideología de quien manda, otros, que bajo el pretexto de verificar la veracidad de la noticia, se instala un sistema de monitorización que sería difícil de hacer tragar de golpe y sin excusa.
Cuando la verificación de la veracidad de las informaciones se traduce en la objetividad de las decisiones tomadas a raíz de las mismas, no solo me viene a la cabeza Groucho, sino también una frase de
D. Miguel de Unamuno:
Lo realmente peligroso es
acomodarnos en estas situaciones.
Necesitamos personas de valor y no personas de política, personas que saquen el país adelante sin sesgos ni de un lado ni de otro.
España sí, pero no así.