«El nivel de contaminación ha disminuido significativamente tras la bajada de producción ante el Covid-19».Y fue con esta noticia de la NASA y la Agencia Espacial Europea, con la que comencé mi día ycon un sentimiento agridulce de que en la naturaleza todo vuelve a su lugar. El brote del COVID-19 no solo ha descendido los niveles de contaminación de China, el gigante asiático que despuntaba como potencia económica, sino que ahora también los provocará en Europa con la bajada de la producción generalizada. En nuestra sociedad actual, nos hemos acostumbrado (muchos de nosotros) a vivir en un estado permanente de cuasi abundancia, de comodidad, de seguridad, inercia, del “nunca pasa nada”. Hace días Irene Montero lanzaba el alegato de que quería volver a casa “sola y borracha”, refiriéndose a la necesidad de libertad ante la violencia, llamada “machista”, aunque mi opinión al respecto la dejaremos para otro artículo. Mientras, en otras partes del mundo, las personas no desean volver a casa solas y borrachas. Más que nada porque quizá lo único que quieren es una casa. Personas que se juegan la vida por huir de la guerra sin nada en los bolsillos, de llegar a un país donde los tachan y crucifican por ser extranjeros, por vender su alma a cambio de una patera que los lleve a la costa, por ver el mar sentados en la orilla, dormir sin preocupaciones, vivir sin temor a la muerte. Y ahora somos nosotros los que ante una amenaza nos libramos en batalla por el último cartón de leche de Mercadona, criticamos a Donald Trump por llamar al coronavirus “enfermedad extranjera” y ver como más de 60 países nos cierran la frontera, así, sin despeinarnos, con alevosía, además. Cuando no nos hemos dado ni cuenta de que nuestra situación no se asemeja ni por asomo al drama que el mundo sufre REALMENTE y…diariamente. Estamos tan acostumbrados al producto televisivo que nos hemos hecho inmunes a este tipo de cosas. ¿No os habéis dado cuenta de cómo hablan de la muerte en algunos programas de televisión y en cuestión de segundos se levantan y se ponen a anunciar colchones viscoelásticos sin el menor signo de debilidad? Vivíamos en una sociedad egoísta, de postureo, de brilli-brilli y selfies con filtros. Un lugar en el que éramos ricos y no lo sabíamos, en el que teníamos la fortuna de besar, abrazar, bailar y movernos libremente con miedo a casi nada. Y de un día para otro, ya no podemos reunirnos, salir, o compartir momentos, risas y amores de cerca con nuestros seres más queridos. Y es ahora cuando comienza algo maravilloso, cuando uno de los colectivos menos valorado se arremanga y pierde vacaciones, permisos y comienzan a trabajar por nuestra salud. Cuando dejamos los móviles y comenzamos a echar de menos el olor de nuestros padres, las risas con los hermanos y los momentos felices. Y es cuando el mundo se convierte en recuerdos, en playa, montaña y brisa, en Benidorm de los años 90, en terrazas de verano, en promesas de “nos veremos cuando pase todo esto”. Ya hay tiempo, no hay excusas, retomamos contactos, enviamos mensajes de “como estás” “os quiero”, nos detenemos. He experimentado el gran lujo de darme un baño de agua caliente, tumbarme en el sofá a ver una película, de hablar por teléfono durante horas. He dejado de trabajar, con el gran riesgo a mi economía. He disfrutado del olor de mi té verde matcha, he recordado el perfume de mi padre fallecido, he comenzado a leer un buen libro y a escribir mis pensamientos de cada día. Y es que, os parecerá una broma, pero esto no lo hacía desde hace 3 largos años. No todo es dinero, ahora hemos aprendido que lo importante es la salud y nuestra familia. Sin pesarlo ni quererlo, acabamos de comenzar uno de los retos y experimentos de la era digital: el valor del humanismo. El ciberhumanismo se olvidó de dar valor al ser humano, y es la propia naturaleza humana la que se busca entre sí, nos cuida, empatiza, ayuda, apoya, y se emociona como yo lo he hecho hoy. El ser humano es maravilloso, nunca lo olvidéis cuando volvamos de nuevo a nuestra burbuja digital. Gracias a todos, porque hoy volví a creer en la humanidad. Somos ricos y ahora lo sabemos. Datos de tu interés. Abrir
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