Los ojos verdes de Héctor brillaban con el sol del mediodía. Su mirada se perdía en el infinito a través del cristal de la cabina, mientras la voz de José Antonio chirriaba a través del iPhone.
Cuando colgó pensó una vez más, lo que siempre pensaba. Que muchos profesionales ajenos al sector, exigen muchas cosas, pero sin conocer realmente los tiempos de trabajo, o las barreras de la vida real.
“Este cliente es importantísimo”. “Vamos a perder al cliente”. “Esto hay que hacerlo sí o sí”… Héctor tenía tantas frases que ya podía escribir un libro “las 1000 excusas comerciales para que hagas algo que no deberías hacer”.
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